30 abril 2005

Apunten.. ¡Fuego!

Hoy, a 40 grados centígrados a la sombra, nomás se oía el crepitar del reverbero.
La paciencia se evaporaba lentamente, el aire y el tedio se hacían densos, chocolatosos.
Empecé a practicar mi deporte favorito: odiar a esta ciudad con la mayoría de sus contenidos, esa mezcla de cebada y meados, de sudor y polvo, de árboles autistas, de reyezuelos en descomposición.
A esos 40 le sumé un volcán indeciso, el incendio en la primavera jalisquilla, la peste en el Congreso, la caries que carcome al cerro de las Mitras, la enésima rotura en la megabandera que pusieron los ostentosos en el cerro del Obispado.
Utamadre.
Cuánta lumbre en los aparejos. Cuánto escorpión lunático.

Y para colmo, una llamada desde el antier, que se propone asediarme la ciudadela.
Cada quién sus espejismos.

Sólo falta un camello en este paisaje.

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