El blues de ahi viene el lobo

En enero de 2005, cuando aún no se secaban los charcos del tsunami del sureste asiático, escribí para la Revista del Barrio un texto que decía:

De estreno
Producciones Natura prepara más y mejores espectáculos. Cuando alguien grite: ¡aguas! no preguntes: corre. Todavía no lo hemos visto todo.


Durante casi cien años, al grito de !ahí viene el lobo!, el Big Brother acondiciona a su pueblo haciéndole vivir cada año la espectacularidad de la catástrofe en forma de armagedones, termineitors, kinkones, aliens, marcianos, meteoritos desorbitados, glaciaciones, marabuntas, guerras hipergalácticas y ataques terrorríficos a cargo de ensabanados barbudos y ojerosos.

De estas contingencias es posible salvarse gracias a la intervención de rambos, robocopes, hansolos, detectives, bomberos y bombarderos, superhéroes de toda calaña y ese indeclinable espíritu insuflado por el Gran Diseñador Holly, Holly, Hollywood. La taquilla es el Paraíso y Spielberg es su profeta.

Ahora sí vino el lobo. Al ver caer o hundirse torres, casas, vidas, la supermanidad ahogada en lodo, manotea y se enfrenta a la huracanada realidad. Ya no hay diferencia entre los ateridos indonesios y all that jazz. La muerte y la estupidez nos igualan con el mismo rasero.




Katrina y La Catrina.

En septiembre de 1985, el terremoto del DF nos dejó igual de pasmados.
Pero en las primeras horas que siguieron, "hubo un rotundo Nuestro" (es una línea de un poema que escribí entonces, después se los comparto). De los escombros de ese Nuestro, de esa cercanía con la Catrina, (nuestra querida muerte mexicana, para que se ubiquen los de extranjia que anduvieren perdidos por aquí) sacamos algo bueno. Surgió la semillita de lo que ahora llamamos sociedad civil. Luego también hubo rapiña y desmadre, cuando pasó el susto inicial. Pero nada fue igual después de esa fecha.

Ahora, en Nueva Orleans, Alabama y Mississippi pasa un poco al revés. Ante esta Katrina, no veremos cadáveres en la pantalla, porque la muerte real para el Big Brother debe ser aséptica y distante, a menos que se trate de una superproducción. En este caso, el gore aflora impúdico: mientras más tripas, mejor. Aquí la rapiña ya empezó casi el mismo día y los malandrines anda echándole plomazos a los helicópteros de los rescatistas. El sueño del gobierno americano de poner un tanque en cada esquina, es la cereza de este ice cream. No tardará en llegar Katrine a la pantalla, corregida y aumentada.

Pero aún guardo la esperanza de que en ese Old Man River revuelto, que ha acunado los más sublimes blues, quede todavía un gramo de conciencia para que le recuerden al creacionista-presidente: con Super Producciones Natura no se juega.