12 abril 2008

El sueño de la ballena



1. La primera vez vinieron a mí el 9 de abril, cuando dormía.Una enorme ballena negra y su cría saltaron del río a la caja de la pick-up que manejaba mi hijo. Éste decidió que nos las llevaríamos a casa. Las instaló en el baño, en una bañera de bebé. La ballena cantaba y el ballenato se acurrucaba bajo su aleta. Las regué con una manguera por un buen rato. Al día siguiente ya eran una docena. No van a caber en el baño, tendré que repartírselas a mis amigas... a ver si quieren, porque el recibo del agua será muy elevado.

2. Volvieron al día siguiente, el 10, esta vez en el noticiero nocturno. Un grupo de ballenas y sus crías fueron atacadas por una manada de orcas en la laguna de Guerrero Negro, B.C. Las madres hicieron una formación defensiva, compacta. Cinco orcas las atacaban por el frente, otras cinco por la retaguardia y las tres más grandes hacían círculos esperando el hueco que daría inicio a la carnicería. Los biólogos que las grabaron nunca habían visto tal batalla, tanta espuma, tanto coletazo. Las orcas perdieron por cansancio. No pudieron romper el cerco de las que no tienen colmillos, sino inteligencia.


3. Son insistentes. Ayer fui a que mi dentista arreglara este desastre de boca que me tiene casi en calidad de filtradora de plancton. Llegué tarde a la cita y por eso me pasaron al cubículo donde atienden a los niños ¡y ahí estaban de nuevo! Sobre la pared azul, ballenas, delfines y orcas retozan en una cenefa que da vuelta al cuarto. Me quedé con la boca abierta. El dentista aprovechó para llenármela de agua, mientras la pieza de mano desafinaba con su agudísimo pillido esto que resuena en mi cabeza.


4. No la azul del cuento, no la blanca del capitán Ajab, no la bíblica que se indigestó con Jonás. La mía es negra y canta jondo. Lo qué todavía no sé es qué voy a hacer con esto.


Foto: Cartel de Greenpeace.